Tallereo de mí misma

Hoy "tallerearon" mis poemas. Esto quiere decir que mis compañeros y el maestro me dijeron lo que les gustó, lo que no entendieron, y me dieron sugerencias para corregir mis poemas.

Esto es una dinámica muy buena, interesante y bastante útil. Sin embargo, la mejor parte es cuando puedes tomar algunas de esas sugerencias, y a la vez mantener tu estilo. Aprendí esta lección en prepa:

Érase una vez, una niña que hizo un discurso persuasivo sobre el hábito de la lectura. La primera vez que lo dijo en el salón, a sus compañeros les gustó mucho. A la maestra no tanto. Le dijo que era bueno, pero que sonaba actuado y exagerado; tenía que bajarle el tono.

La segunda vez que la niña dijo el discurso, a la maestra le gustó más. Aún era algo exagerado y sonaba a regaño, pero funcionaba. Pasó a la siguiente ronda.

En esa ronda, vino otro profe como juez invitado. Se llegó a la conclusión de que pasarían diez personas. Sin embargo, si solo ocho o nueve discursos valían la pena, solo pasarían esos ocho o nueve. 

La niña se paró y dijo su discurso por tercera vez. En esta ocasión, lo dijo más seria. No movió tanto las manos, no gritó como si estuviera regañando al público, y no se movió de atrás hacia adelante como elefante. La maestra el dijo: "Muy bien. Mucho mejor."

A la niña no le gustó.

Ese discruso sonaba muerto. Le parecía aburrido y tedioso, aunque en teoría lo había dicho bien.

Entonces, pasaron más personas. Hubo un muchacho que gritó y golpeó mesas en su discurso. "¡Ah!" -pensó la niña- "A esto se refería la maestra cuando decía que no debo exagerar lo que digo. El público se siente mal."

Cuando publicaron las listas, la niña no pasó a la siguiente ronda. Normalmente eso no le hubiera molestado tando, excepto porque el muchacho de los gritos, sí pasó. Al parecer, el profesor invitado era amante de la teatricalidad. 

Lo peor del asunto, no fue eso. Lo peor, fue que solo pasaron nueve discursos. 

Había lugar para uno más, pero nadie creyó que otra persona mereciera el pase.

La niña se enojó. No tanto con la maestra, quien a final de cuentas le dió buenos consejos. La niña es enojó con ella misma, por haber cambiado su trabajo por algo que no le gustaba, en su afán de complacer a los demás.

La niña aprendió una valiosa lección, que sigue aplicando hoy en día.

Es por eso que cuando tenga que entregar mis poemas corregidos, no voy a abandonar mis rimas características en favor del verso libre que prefiere el maestro.

Trabajaré un poema en verso libre, porque es lo más adecuado. Los demás, serán analizados, inyectados de lenguaje poético y metáforas, pero no perderán sus rimas. Les voy a buscar nuevas y mejores rimas, obviamente, pero nunca volveré a cambiar mi estilo por querer complacer a los demás.

Se trata de principios, y en este caso, mi pequeño estilo poético vale más para mí que cualquier calificación. Por eso tengo mi carpeta del Taller de Creación Literaria repleta de frases inspiradoras, como por ejemplo:

"I owe my success to having listened respectfully to the very best advice, and then going away and doing the exact opposite." -G. K. Chesterton

Gracias Chestetron. Algún día leeré algo tuyo para ver que tal te resultó ese método. Al menos sé que no soy la única que piensa así.

Me espera un largo fin de semana de corrección, o más bien, reinvención.

(Sí, con todo y la rima "involuntaria")

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